Al final, todo es humano
Por Yair Donovvan Santillán Pérez
Universidad Anáhuac, México Norte

Arturo de Córcega mira hacia el horizonte. No duda. Lleva su mano al bolsillo y comienza a silbar alegremente. Sabe que la gloria espera al otro lado del riesgo. Toma su timón y hace pequeños ajustes para no perder el rumbo.
Observa su brújula: la dirección es perfecta.
A su lado, hay un pequeño cofre que contiene el secreto de su éxito: un viejo mapa que ha encontrado entre los libros de una biblioteca. Sonríe al pensar que nunca habría imaginado que la lectura, molesto hábito de su maestro, llegase a ser tan útil.
–¡Da la vuelta, suicida! ¡una tormenta! –dice su segundo al mando. – ¿Cómo puede serte tan indiferente el sufrimiento de tu tripulación, Arturo?
–¡Calla, Alejandro! –dice Arturo de Córcega sin mover ni un centímetro la dirección del timón. – ¿No sabes que la fortuna favorece a los audaces? ¡regresa a tu posición, ahora!
El barco es azotado por olas tan grandes como los monstruos a los que se enfrentaron los antiguos, pero el capitán las mira. Son como gotas de rocío. Sabe que, en ese punto, ya no hay marcha atrás: si trata de detener la inercia, el barco sería destrozado en un segundo. Ha entendido perfectamente que actuar con osadía es la decisión más prudente.
Los gritos de su tripulación compiten en intensidad con los truenos y el tronido del casco al ser impactado por las olas.
–¡Sean valientes, compañeros! – dice el capitán con la certeza de quien se sabe dueño de su destino.
Después de horas de batalla... la tormenta cede, el cielo recupera su color y el horizonte se pinta de un tono distinto, pero bien conocido por ellos.
–¡Tierra! –se escucha a espaldas del capitán.
¿De qué hubiera servido una brújula infalible o un exactísimo mapa sin la habilidad de Arturo para leer la situación y decidir? En otras palabras, ¿de qué sirve conocer la dirección correcta si somos incapaces de seguirla?
Nosotros los contadores somos como Arturo. Navegamos un mar de incertidumbre que nos azota con dudas y contradicciones. Disponemos de "mapas" y "brújulas" en forma de modelos matemáticos o árboles de decisión, con los que pretendemos encontrar el mejor camino.
Sin embargo, no debemos olvidar que, en último término, las decisiones económicas que tomamos son resultado del tipo de persona que somos. ¿Has vencido a la ambición? ¿te has dominado a ti mismo? ¿conoces tu técnica?
Quienes contratan nuestros servicios confían en que sí y, por esta razón, en que podemos auxiliarles a recorrer el entorno económico del que depende la vida de la tripulación.
Sí que hay modelos y teorías.
Pero al final... todo es humano.