Motivación: la clave del contador
Por María Guadalupe Velázquez Rivera
Universidad de Ixtlahuaca CUI

"El valor y el respeto del tiempo determinan el éxito o fracaso" –Malcolm X.
Nos pasa todo el tiempo: hay días en que somos los más productivos y otros, en los que simplemente es más fácil decir que no tenemos ganas de hacer las cosas y preferimos ver videos en TikTok o estar en nuestras redes sociales y pasar horas y horas entretenidos desperdiciando el tiempo y lo productivos que somos si estamos concentrados.
Es normal pasar por esto y es respetable que algunos días no estemos con la misma energía, pero debemos cumplir con nuestras actividades. Para eso, es necesario que nos preguntemos la razón de estar desmotivados; tal vez sea cansancio o que lo que estamos haciendo no nos agrada o que el trabajo que realizamos se vuelve rutina. Una vez que sepamos esto, debemos comenzar a ejecutar nuestros deberes al empezar por los que requieren más tiempo o los más importantes. Aunque no nos parezca, es preciso que dejemos de lado el celular.
Lo siguiente es organizar nuestro lugar de trabajo: esto nos ayuda a despejar la mente y, en particular, a recuperar el control de nuestro día. Otra sugerencia consiste en que consideremos cambiar de lugar o espacio para trabajar.
Es difícil mantenernos motivados aun cuando tenemos demasiado trabajo, tareas muy pesadas o en las que el tiempo para completarlas es muy poco; no obstante, debemos aceptar el motivo por el que nos encontramos así, tomar un respiro y, posteriormente, es imprescindible que decidamos crear ese equilibrio que necesitamos.
Como contadores, estar motivados es importante porque nos impulsa a llevar a cabo nuestras actividades con entusiasmo y compromiso, sobre todo para brindar un mejor servicio a nuestros clientes.
La motivación nos ayuda a superar obstáculos, mantenernos enfocados en nuestros objetivos y encontrar satisfacción en lo que hacemos, en especial cuando empiezan las declaraciones o es el pago de impuestos.
Cuando estamos motivados, somos más productivos, creativos y perseverantes.
Además, la motivación nos ayuda a mantener una actitud positiva y a disfrutar de nuestras tareas, lo que contribuye a nuestro bienestar emocional y mental.
En resumen, la motivación es clave para alcanzar el éxito y encontrar satisfacción en nuestras actividades diarias, ya que sin nosotros la salud financiera de las personas y las empresas peligra.
Una rápida mirada a la inflación
Por Yair Donovvan Santillán Pérez
Socio del Colegio de Contadores Públicos de México

La teoría cuantitativa del dinero establece una relación entre la oferta monetaria (cantidad de dinero en una economía) y el nivel general de precios, tal que:
MV = PY
Donde:
M = cantidad de dinero disponible
V = velocidad a la que se intercambia una unidad monetaria en un periodo dado
P = precio de una unidad de producción
Y = producción total en un periodo dado
Siendo ésta una igualdad, es lógico asumir que, cuando alguno de los términos de la expresión se modifica, otro debe variar de tal forma que compense el cambio.
Aclarado esto, hemos de introducir un supuesto que comúnmente se hace en el análisis económico: la velocidad de intercambio ha de permanecer como un valor fijo. Este supuesto resulta ser útil para el análisis de la gran mayoría de casos, de la misma forma que las ecuaciones clásicas de Sir Issac Newton lo son para describir la trayectoria de los astros, a pesar de no identificarse con la realidad.
Por tanto, finalmente tendríamos:
MV = PY
Asumiremos que V = 1 para plantear un ejemplo sencillo.
Si en una economía se producen exclusivamente 100 camisas y la oferta monetaria es de 100, entonces tendremos que:
100 (1) = 100P
De donde se sigue que:
P = 100/100
P = 1
Por tanto, cada camisa se intercambiaría por una unidad monetaria.
Entonces, ¿de dónde viene la inflación? Ese "aumento generalizado de los precios". Pues bien, la respuesta es doble: puede venir del lado de la producción o de la oferta monetaria.
Cuando la producción aumenta (bajo el supuesto de velocidad fija), hemos de necesitar una mayor cantidad de unidades monetarias en circulación para poder consumirla totalmente. Es decir que, si se duplica, para mantener el mismo nivel de precio deberíamos duplicar la oferta monetaria; en caso contrario, el precio habría de dividirse entre dos. Esto fundamenta que, en una economía sana, con un crecimiento constante, siempre existirá algún nivel de inflación. Lo anterior es una solución para equilibrar el sistema de transacciones al mantenerlo estable según el nivel productivo.
El lado de la oferta monetaria es mucho más complejo y, a la vez, mucho más "interesante". Esto es así porque, en la medida en que la oferta monetaria aumente sin una contraparte productiva, el precio de las unidades de producción deberá aumentar proporcionalmente. En periodos de alta inflación, como el actual, generalmente podemos identificar una gran deuda gubernamental y la tentación constante de "imprimir dinero".
Si bien el caso uno es natural en una economía productiva, el caso dos puede ser muy dañino en términos prácticos si el ritmo de impresión y, por tanto, la tasa de inflación llega a ser tan alto que afecte de manera determinante a los precios relativos de los bienes.
Comúnmente se explica que, aún si los precios se multiplicasen por 10, no habría un efecto nocivo porque también el precio del trabajo aumentaría en la misma proporción y el poder adquisitivo se mantendría inalterado: este argumento sólo es válido en el largo plazo, en el que todos los agentes económicos pueden armonizarse, siempre y cuando realmente lo sea en la misma proporción.
En el corto plazo, los agentes económicos actualizan sus precios a ritmos distintos y, si la tasa de inflación es muy alta, lo que realmente indica la velocidad de cambio del nivel de precios, estos efectos pueden ser muy importantes: por ejemplo, en el periodo de hiperinflación alemana de 1923, el precio de una pinta de cerveza podía cambiar cada 30 minutos (más valía pedir algunas cuántas al llegar). El dinero que un obrero alemán tenía en el bolsillo al momento de la compra no se multiplicaba mágicamente para permitirle realizar sus compras habituales.
Igualmente, ni los salarios ni los ahorros de los trabajadores actuales se actualizan a la misma velocidad y, mayoritariamente, nunca en la misma proporción.
En el caso de las empresas, el tiempo que se usaría en el manejo del efectivo sería tal que implicaría políticas de inversión y decisiones de operación menos eficientes; habría mayores gastos de comunicación y publicidad, pues los precios deberían actualizarse constantemente, además de que afectaría la comparabilidad de la información financiera, lo que implica la necesidad de reexpresar los estados financieros.
La importancia real de una correcta gestión de la oferta monetaria y de los estímulos a la producción radica en evitar estos extremos. Siempre deben considerarse los efectos a corto plazo de las decisiones que se plantean, debido a que éstos son relevantes para los agentes económicos en sus decisiones cotidianas y proyectos de inversión personales. Debemos evitar reducir el análisis a periodos largos, dado que, como decía Keynes: "en el largo plazo, todos estaremos muertos".